Más y menos que un chick-flick norestense

Por Héctor Camero Treviño

Cuando dos civilizaciones se encuentran, cosas maravillosas deben salir de ahí. La condición es que ambas se expongan tal cual son para reconocerse sinceramente en los ojos del Otro.

El aprendizaje no necesariamente se mide por el tiempo que dura la experiencia

El aprendizaje no necesariamente se mide por el tiempo que dura la experiencia

Bajo esa premisa, varias veces transitada por el arte en general y el cine en particular, en Viaje Redondo (Gerardo Tort, 2010) la clase high se topa con el inframundo de lo naco y dos mundos en apariencia diferentes, se dan cuenta que pueden convivir sanamente.

De forma paralela nos toca conocer el trasfondo que rodea a dos mujeres con afán escapista: Lucía (Teresa Ruiz), estilista oriunda de Acapulco, madre prematura que guarda sentimientos encontrados hacia el novio que le hizo la graciosada en su vientre y anhela alcanzar a una superamiga cerca de la frontera para partir rumbo a los Unites en busca de lo que todos ya sabemos.

Fer (Cecilia Ciangherotti) es una mujer despechada-despachada por su promiscuo novio, contando con un agobio mental del cual no puede sacarla ni el ying yang ni su propia madre, ya no digamos los innumerables libros ni el dinero acumulado en el gran condominio que habita.

Más pronto que tarde, el encuentro fortuito se suscita y el choque de personajes, entendido como dialéctico, se intenta suscitar una y otra vez con resultados mixtos, más pensando en contrastar la estereotípica personalidad característica de una mujer clase media-alta contra la de otra de ascendencia más barriobajera.

Esas comparaciones, cabe resaltar, no son discretas, mucho menos surgidas con naturalidad, sino todo lo contrario, forzadas a base de clichés o de resultados predecibles medio minuto antes de que se susciten.

Escuchar rolas de Chetes o una cumbia vallenata; optar por quedarse esperando a que llegue ayuda de un mecánico en un camino desierto o caminar pragmáticamente hacia el frente a ver qué sale. Ver a una pobre cabra morir con vomitona o sin vomitona (“se ve que es fina”, le espeta una señora con un pequeño mamón en brazos a la amiga No Fresa). Usar la canción “Cómo te extraño” asumiéndola de Café Tacuba o de Leo Dan, aunque quien dijo desconocer la primera ¡termina cantando esa versión!

Afanarse en el ying yang yoga como herramienta espiritual o intentar rezar murmurando “Chiinnnnnnn¡Chinga tu madre!”, celebrado cual si se tratase del Último gran juego de palabras. Ser humillada cuando le dices a tu hombre que ande con otras y éste te hace caso o ser humillada en tu fiesta de 15 años por el chico caliente con el que procreaste a esa criatura que dejaste en tu ciudad, ambas en flashbacks indiferentes, sin mucho contexto y por ende, sin mucha empatía-simpatía-odio-compasión hacia ninguno de los actores ahí presentes.

El chiste es acumular anécdotas para que el viaje haya valido la pena, no importa que tu novio no vaya a escuchar tus quejas GloriaTrevi Style, aquellas que durante toda la película dijiste que ibas a decir, si tu sonrisa lo cautivará en la Universidad aún cuando en todo el viaje ni te llamó ni te hizo en la vida… y así regresarán al juego del amor…

Lucía va a viajar a conocer al méndigo padre de su hijo, cruzar al otro lado para poner su misma estética infeliz junto a otro amigo gay y de algún modo debemos compadecer u odiar a los hombres que aparecen en sendos y caricaturescos flash back y que originan el anhelo de liberación.

El director manolarga

Montones de ocurrencias no se llegan a consumar porque siempre se aparece una ocurrencia nueva que promete estar mejor que la anterior. Si aparecen dos alemanes, hay que burlarse de ellos (¡tu put, tu puta madre guerito!-¡¡Sí, eso es!!), si vas a una cantina, que te saquen a bailar y si les haces un belly dance a esos chamacos amodorrados en sus sillas, te van a querer tocar y vas a salir por la puerta de la cantina. No importa, porque para cada experiencia hay un consejo tomado de las revistas Eres o Por tí: “Lo que debes hacer es sentir! Disfruta tu cuerpo, nadie es perfecto ¿Cómo te atreves a ofrecerte así a todos? Los hombres sólo piensan en nuestras bubis, ve al baño y te diré cuántos se te quedan viendo. ¡Señales! Esto que sucede son señales, el chavo ese que viste en la parada hace horas, está en este bar” (sí, señal de que el guionista es muy listo, ¿verdad..?)

Incluso no importa que el exhorto no coincida con el papel: Lucía, la iletrada, cumbianchera, le dice a Fer que es algo así como sus fotos: “fragmentaria, nunca total”. Orale.

Mitad road movie, mitad chick flick ambientada en el noreste, mitad bildungsroman compacta, Viaje Redondo debe ser una experiencia riquísima de aprendizaje para dos mujeres, sin embargo, pocas cosas ocurridas en la hora y media de duración son, por decir lo menos, creíbles. El abordamiento de las actrices, casi como con pinzas a cada pequeño paso que dan fuera de su zona de comfort, habla más bien de una eterna suspicacia y aversión al cambio que parece, no será permanente, prueba de ello las resoluciones que toman al final.

En películas como Easy Rider (1967), Bajo California (1998), e incluso una antecesora en cuanto a comparación clasista, Los Caifanes (Ibañez, 1970), el sentimiento de que el viaje vale la pena se da porque al paso de los días, los motociclistas aprenden a convivir a pesar del hastío; el ranchero de un pueblo se expone tal cual es y el gringo de paseo aprende a intercambiar sombreros con un transeunte como forma de avalar ese nuevo código abierto entre los dos. Así, se puede suponer que el hombre cosmopolita nunca se va a adaptar a los vividorcillos capitalinos ni a su léxico juguetón, pero Julissa tomará dicha noche como una posibilidad, un horizonte nunca antes explorado, y todo ello asimilado de una forma natural.

Debemos suponer que así como en las road movies, las mujeres actúan en libertad, pero en casos como éste, la arbitrariedad es la que conduce los destinos de ambas, obligándonos a seguir viendo la pieza pues cada separación pintada como inevitable se recompensa con salidas falsas (el remordimiento de la fresa que hizo un mal en la parada del autobús; la sospechosa confusión de Lucía sobre cuáles son las 6:00 y las 18:00, lo que le impide alcanzar a la amiga que la esperaba y acudir a los brazos de Fer nuevamente, por ejemplo), lo que demuestra que es el director quien les dijo: “bésense, como mujeres deben vivirlo todo, pero nomás tantito, para difuminarlo en un fade out y aprovechar el recurso de la elipsis. Debes pintar, porque sabes hacerlo, cantar porque quieres intentarlo, pistear porque tienes sed, ir a una cantina porque te quieres contagiar aunque sea tantito de lo que es un barriobajero norteño.

Recursos con los cuales se pudo construir un universo fílmico mejor: El subtexto de la chica fresa tomando fotos que fue desaprovechado. Se pudo hablar entrelíneas o abiertamente de la mentalidad tecnicista de ciertas mentes progres que diferencia en gran medida a un estrato social y otro. Se pudo explotar el afán ese de querer fotografiarlo todo antes de vivirlo y comprenderlo, con tal de darle más oxígeno a una trama que no tenía más.

No digo que dos mujeres no puedan hacerse amigas y un poco más que eso durante una salida fortuita, sólo creo que debe ser vívido, como lo es toda amistad que se supone verdadera. No en base a complacencias fáciles como narrar un desastre personal y a los dos minutos, justo cuando empezamos a compadecernos, diluirlo, para empezar a bailar el belly dance.

Un Comentario

  1. Carlos L.Cardenas.

    Muy bien Hectorin.

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