Los guerreros del fuego

Por Quitzé Fernández

MÚZQUIZ, COAH.-El monte es cruel. A estos hombres se les apareció el diablo en más de una ocasión cuando alzaron la vista en Rancho Las Pilas, porque la lumbre nunca acababa. Ellos, los de a pie, combaten incendios forestales a machetazos, con azadones, palas y fuego.

No vuelan. No tienen reuniones de horas y horas en una ofi cina. Están abriendo brechas a puro fi lo de machete, a pie: sorteando los peligros de la montaña.

Y los riscos fi losos, las víboras de cascabel, osos, pumas y abismos. Son los compas, carnales y viejones del monte, los que pertenecen a CONAFOR y Secretaría de la Defensa Nacional, los guachos pues. El fuego se combate con fuego, compa, dijo José Luis Arreola Aguayo, brigadista de la Comisión Nacional Forestal, una tarde de domingo después de media jornada de trabajo, vestido de amarillo para resaltar en medio de la nada y extrañando todo a más de 40 grados centígrados por la tarde y – 2 en la madrugada, porque, repito: nos dijeron… el monte es cruel.

José Luis tiene 47 años, 31 de servicio y pertenece al grupo Coras de Tepic, Nayarit. Y a partir de ahora tal vez no sea necesario decir de dónde viene cada camarada, pues todos se echan la mano. Es la ley del monte, no está escrita en la penca de un maguey.

Esa noche de media jornada de trabajo, José Luis contó que llevaban más de 10 días despertando apenas cantaran los gallos y regresando saliera la luna. Decidieron tomar el día después de no saber nada de su familia y la necesidad de lavar la ropa, estirar los músculos y fumar un cigarro.

Recordó que hubo días en que llegaron y algunos no probaron bocado, se desplomaban sobre sus casas de campaña para dormir tras absorber el calor del sol y el humo de los incendios que irrita los ojos; intoxica los pulmones.

– Sólo en el monte te das cuenta de las cosas, no son como dicen en televisión. Hay que caminarle.

– ¿Cuál es la situación?

– Hicimos un sobrevuelo en helicóptero y hasta donde alcanzas a ver con los ojos había lumbre.

– ¿Y cómo se apaga?

– A machete limpio, a pura fuerza de hombre. No necesitamos más. Esa noche acabó y despertó con la luna llena, antes de dormir brigadistas de la CONAFOR tuvieron una reunión para charlar sobre cómo atacarían el fuego y en qué zona. Soldados del Catorceavo Personal de Caballería de Múzquiz se preparaban para montar la guardia.

Las verdaderas victimas

Un incendio forestal es primero una chispa, un rayo que pega y después arrasa todo a su paso. Podrá consumirse todo Coahuila, pero nadie sabrá qué fue lo que pasó exactamente en Múzquiz hace más de un mes. Las propiedades en peligro están muy lejos de la ciudad, tanto que las llamas sólo se ven en despoblado.

Para llegar a Las Pilas, al igual que a El Cimarrón o El Bonito, es necesario recorrer de cuatro a cinco horas por caminos de tierra y piedra suelta donde un vehículo ligero queda varado. Rolando Báez Garza, guía contratado por la empresa Ifood, quien alimentaba a los más de seiscientos brigadistas distribuidos en las zonas de desastre, sabe que a la lumbre se le entra de frente y al monte se le respeta:

“Viene al monte compa, hay que andar preparado con todo. He visto mucha gente caer en despoblado”. Trabajador del rancho Los Lobos, Rolando, de 60 años, lleva más tiempo en despoblado que en la ciudad, sabe que el incendio acabará con miles de hectáreas, pero la vida silvestre quedará ahí: en los llanos, en las montañas.

– Lamentablemente se ha caído la cacería con eso de la violencia, a los gringos les da miedo venir.

– ¿Y los nacionales?

-No mi compa, los de acá no pagan 1,100 dólares por un venado. Todo el animal que es de monte, el que sea, tiene un precio.

Martín Vargas Prieto, Director General de Vida Silvestre de la Secretaría de Marina y Recursos Naturales, comentó que la vida silvestre que habita en las zonas de incendio, huye del lugar para refugiarse, pero tienden a regresar a su hábitat.

“Hay bastante certidumbre de que regresaron a las zonas afectadas por este desastre natural”

Para atacar el problema, dijo, repartirán cerca de 42 toneladas de alimento, principalmente forrajes, en las partes quemadas para que los animales se alimenten.

Y Joel González Moreno, Director General de Inspección de Vida Silvestre de la Procuraduría Federal de Protección al ambiente, dijo que tras un incendio hay un rebrote de vegetación. “La rehabilitación es un proceso natural del ecosistema, más adelante tiene que haber una reforestación para proteger la erosión del suelo”.

La canción del brigadista forestal

Para subir a la montaña hay que llevar agua, paciencia y fuerza en las piernas. A primeras horas del día un helicóptero estaba preparado para llevar al monte a los combatientes y buscar la línea de fuego, en grupos de militares y forestales caminaron hacia la aeronave.

Casi no hablaban, iban con sus herramientas, mochila al hombro y una provisión de atún y galletas para cuando apretara el hambre. Llegando a un claro en la montaña, el camino fue de un kilómetro para llegar a la línea de fuego.

– Arriba nada más estamos como coyotes, al acecho de que la lumbre no corra. Y si aparece por ahí vamos a chingarla.

Ubaldo Mora es machetero, va al frente abriendo camino, contando que en los últimos días han tenido el aire a favor, pero traicionándolos durante las noches, porque a lo lejos aparecen, interminables, nuevas líneas de fuego.

Diego Balam, originario de Yucatán, dijo que para ser forestal no se necesita mucho: “Lo importante es que sepas manejar el machete y el azadón”. De hecho, contó, a los brigadistas que empiezan los avientan al fuego, para aprender sobre la marcha con un sueldo de 4,800 pesos quincenales, si lo que buscan es superarse tienen que entrar a academias como el Centro de Formación Forestal y acreditar distintos cursos, para poder acceder en un futuro a ser jefe de brigada. Por cada salida, dijo, la Comisión Nacional Forestal los apoya con 120 pesos diarios para alimentación y las plazas son hereditarias a causa de lo férreo de sus sindicatos.

En Las Pilas no había vías de comunicación: telefonía, correo electrónico o salidas constantes de camiones, es más, ni salidas de nada había.

En la madrugada, recibiendo el frío, fueron dejados forestales y soldados en un claro, casi al pie de una colina espesa de matorrales y cedros, a machetazos el grupo de enfrente iba abriendo brecha, mientras otro limpiaba con azadón para que el camino quedara limpio.

Arturo Cruz Reyes, jefe de la brigada originario del Distrito Federal, caminaba metros delante de la línea que iba abriendo brecha para hacer mediciones y encontrar la línea de fuego para combatirla.

“La afectación ha sido en pastizales, plantas de sotol, encino, matorrales, al fuego hay que encerrarlo, acabarlo con fuego”.

Apagándolo con fuego

Cuando se está cerca del fuego se oye como crepitar de palomitas de maíz, porque las ramas verdes truenan, sobre todo si son de encino. El calor se vuelve insoportable y la cara, ojos y boca parecen arder, las latas de comida se calientan. Los pies bajo las botas arden y beber agua es insoportable.

No hay momento de paz; no hay sombra que mitigue el ardor.

Francisco Javier Lugo Lira, jefe del departamento de incendios forestales en Zacatecas, lleva 9 años como brigadista. Sabe lo que es el calor, andar en despoblado.

“Esto es un incendio fuera de control, están apareciendo brotes por todos lados, porque los remolinos llevan brasas a más de 300 metros”.

Lugo Lira explicó que siempre es mejor trabajar de noche; las temperaturas bajan y eso hace más benévolo el clima, no quema tanto el fuego, por eso el color amarillo de su uniforme: “El calor te lo refl eja, te puedes acercar más a la fl ama. Por ejemplo, el verde de los militares a veces los aviones no lo ven”.

La ropa que usan, comentó, debe ser algodón porque el poliéster se pega a la piel, para apagar un incendio se debe hacer un contrafuego y anclar el siniestro en una pared, o arroyo, es decir: hacerlo que tope y muera en ese lugar.

Sergio Valtierra Vázquez dice que después de brechar los caminos se limpia con azadón:

– Hay que hacer contrafuego para que se apague la lumbre y cuidar que no brinque a otro lugar.

– ¿No usan agua?

– Casi no. El fuego se apaga con fuego. Así ya no tiene continuidad el incendio.

Valtierra Vázquez ahondó que se trabaja en partes, no se puede terminar el caos en 24 horas. Dice que incluso pueden trabajar siete horas en un kilómetro de incendio, pero la línea de fuego arrasa con 10 0 14 hectáreas por hora, por eso es mejor encerrarlo. “Si ves por aire el incendio te darás cuenta que hay puntos quemados en medio de pastizales verdes, es donde anclamos la lumbre. Hay pérdidas, sí, pero grandes ganancias”.

La pausa que retarda

Aquí no hay veredas por donde pueda pasar un vehículo, las piedras podrían fácilmente desgarrar las manos en caso de no portar guantes. Hay pequeñas barrancas escondidas tras los matorrales.

Con el grupo de 20 combatientes de la Comisión Nacional Forestal también van 20 soldados del Catorceavo Regimiento Militar, pertenecientes a la División de Caballería. Uno de los soldados comentó que ya que en el ejército no usan animales para el combate.

Su función principal, dijo, es la guerra contra el narcotráfi co, pero son quienes principalmente apoyan en desastres naturales, como lo son las adjuntas al Plan DN-III. Para salir a campo reciben entrenamiento previo en zonas militares por gente de CONAFOR, quienes hasta en el monte les hacen saber sus instrucciones y conocimientos.

– Son gente capacitada, que prácticamente nacen en el monte, manejan mejor el machete que nosotros.

– ¿Se coordinan para trabajar?

– Ellos son quienes planean, dan instrucciones a nuestro superior y nosotros seguimos órdenes. Juan Francisco Martínez Ávalos, Secretario de Medio Ambiente en Coahuila, explicó que en la escala de combatientes, la gente de CONAFOR está por encima de todas las corporaciones en cuanto a conocimientos y entrenamiento para apagar incendios. “Mis respetos a esa gente, con puras herramientas de campo trabajan apagando incendios”.

Dijo que el último incendio fuerte en la sierra de Múzquiz fue en 1996, aunque este ha superado toda expectativa, pero la superfi cie quemada aún no alcanza ni el uno por ciento de lo que representa el país. Tras limpiar las brechas y hacer el contrafuego, militares y brigadistas rocían un material químico llamado bentonita o retardante, explica otro militar: “Es un liquido que enfría el piso, así evita que la lumbre siga, prácticamente la apaga”.

En la zona del desastre, todo el día sobrevolaban seis helicópteros y tres aviones con capacidad de descarga de 800 litros de agua o retardante. Los aviones eran guiados por avionetas que medían la zona donde iban a ser las descargas, y atacaban.

“¿Sientes cómo está frío el retardante?, el avión no vio qué estábamos trabajando en esta zona”, habría de decir nuestro amigo soldado, al anochecer, mientras regresaban al campamento en una camioneta después de recogerlos en otro punto del monte, donde las llantas del vehículo ya tenían acceso.

A lo lejos, la parte oscura donde quedó el anclaje, un fuego detectado a pocos metros y dos puntos que de la nada habían brotado. Al otro día tendrían que decidir qué frente atacar y si viajar por tierra, aire o esperar más apoyo.

Acerca de ferbonil

Yo nomás queria escribir en un periódico, o en lo que fuera. Ahora ando en la gueb.

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