El voluntario del incendio salió de Nuevo León

Por Quitzé Fernández
Fotos: Omar Saucedo

MÚZQUIZ.- Si alguien pregunta quién es, va a responder observando a través de sus lentes de profesor y machete en mano: “Leonel Santoyo Escamilla, combatiente independiente”.

Pañuelo al cuello, barba crecida. Leonel, de 42 años, es conocido en el campamento del rancho Las Pilas como “El Volu”.

En la línea de fuego hace de todo, tiene obediencia ciega y valor espartano. Los albures de los brigadistas de la Comisión Nacional Forestal son benévolos porque, dicen, es un buen hombre.

Una tarde se enteró por las noticas que un incendio estaba fuera de control en la sierra de Coahuila, apagó el televisor, dijo a su esposa Aurelia Cabello que se iba.

–          ¿Qué vas a hacer allá?

–          Voy a tratar de ayudar en el combate, a poner mi granito de arena.

Y un miércoles 13 salió de su casa en General Escobedo, Nuevo León con destino a Múzquiz, con la idea de llegar a Presidencia Municipal y apuntarse donde fuese necesario.

Pidió vacaciones en la empresa American Standar, donde trabaja de obrero. Tomó tres pantalones de mezclilla, sus camisas de trabajo, unas botas de seguridad, un cobertor y se despidió de sus hijos Leonel y Adrián.

“El Volu”, sexto hijo de los once que tuvieron Refugio Santoyo y Angelina Escamilla en Zacatecas antes de afincarse en General Zuazua. Recordó que su padre una vez le dijo.

–          Si tanto te gusta, por qué no te dedicas a eso.

Esa vez no lo dijo, pero en Rancho Las Pilas confió:

–          No estoy acostumbrado a estar lejos de casa. Vale la pena gastar aquí tu vida. Yo no tengo la capacitación que tienen estas personas, lo que se necesitan son manos.

Aún así salió de casa, a eso de las 9:00 de la mañana, a la misma hora que Angelina partía a su trabajo. Pagó 345 pesos en un autobús de la línea Senda que lo llevaría a Coahuila y a través de los cristales de autobús recordó que fue hace 10 años su primera experiencia como voluntario.

Ha combatido en Chipinque, Ciénega de González y Cola de Caballo, Nuevo León.

A la altura de Monclova notó que dos de sus compañeros de autobús, Bonifacio García, de Sinaloa, y Francisco Javier Lugo, de Zacatecas, iban comisionados por CONAFOR.

De hecho no recordó, sólo tiempo después y hurgando en los recuerdos, que Francisco Javier también estuvo en el incendio de Cola de Caballo.

Cuando bajaron del camión se acercó a Boni y Lugo, sorprendidos lo invitaron a quedarse esa noche en el hotel.

–          Hacen falta hombres como él, es un ejemplo, dijo Bonifacio.

Francisco Javier ahondó:

–          Ahora sí que ya lo adaptamos. Trabaja igual o más que nosotros.

Aunque “El Volu” cree que es una obligación como persona.

–          Lamentablemente no hay gente que se apunte. A ellos les sirve un poco de aliciente, dicen: ‘Mira, hay alguien que viene a ayudarnos’.

La mañana siguiente estaba volando en un helicóptero M-1 de la Policía Federal.

–          No vas a turistear, vas a trabajar. Ves de cerca la vida de la gente de CONAFOR.

“El Volu” asegura que en la soledad de la montaña no extraña a nadie, trata de olvidarse de la familia: “Nada más estamos pidiéndole a Dios que acabe todo, el monte es vida”.

Para esta hora, “El Volu” ya ha de estar en casa, la idea era volver el domingo 24 para incorporarse a la planta el lunes: “No voy a presumirle a nadie, ni a la cuadra ni a la empresa, de hecho nunca he dado entrevistas. Esto es mera convicción”.

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