‘La Cascara’ burló a las autoridades

/// Quitzé Fernández

A los quince años de edad un adolescente es capaz de bastantes cosas, pero a La Cáscara lo acusan de dos asesinatos en menos de seis meses, en uno dicen que asfixió a su novia, en el otro hundió 12 veces un cuchillo en el pecho de su rival.

Todo ocurrió en tan poco tiempo, en un municipio donde el principal problema es el pandillerismo y el grafiti, que los hechos violentos de aquellos días aún espantan en las charlas cotidianas.

Ángel Uriel, La Cáscara, anda prófugo pese a que la primera vez (28 de julio de 2010) se declaró culpable y la segunda (1 de enero de 2011) su ubicación fue reportada por la Policía Municipal a la Fiscalía General del Estado, pidiendo apoyo para su detención.

Familiares de Naila Teresa Duarte y Gabino Ponce se han manifestado durante dos semanas afuera de la Agencia del Ministerio Público de Parras, exigiendo claridad en las investigaciones. Piden la destitución del agente investigador Joel Vásquez Barrios, titular de la dependencia.

Cuando murió Naila Teresa Duarte Castro, de 17 años y novia de La Cáscara, Jorge David Jara Castro, agente del Ministerio Público, declaró ante este reportero haber encontrado huellas de ahorcamiento y violencia en el cuerpo. Detalló que Ángel Uriel asesinó a su novia después de haber tenido relaciones sexuales: “Le confesó que había tenido relaciones con otros hombres, por eso le quitó la vida”.

Ese día La Cáscara fue entregado a las autoridades por Gerardo Herrera, comunicador de profesión, quien en el noticiero de la mañana difundió la noticia en XEJQ, radiodifusora local. Al salir del aire comentó: “Creo que fue mi hijo. Ya ni modo”. Ahondó que su matrimonio era disfuncional, su hijo estaba perdido desde hacía tiempo en adicciones.

En el certificado de defunción quedó asentado como causantes de la muerte, golpes en la cabeza y asfixia, pero no ahorcamiento.

Una persona cercana a la investigación comentó que la asfixia pudo presentarse por vómito ante un fuerte golpe recibido. Desconoce si hubo asfixia por los errores cometidos durante las primeras horas, como que Jorge David Jara, el agente del Ministerio Público a cargo, no se presentó en primera instancia a verificar el cadáver de la muchacha.

Incluso Jara Castro fue cambiado a la agencia del Ministerio Público de Francisco I Madero en septiembre y no ha habido avances en la investigación.

Édgar Omar Pineda Ruiz, subdirector de Policía Municipal, platicó que ese día, alrededor de las 8:30 de la mañana fueron a la colonia Nuevo Sol, a la altura del Estanque de la Hacienda, donde encontraron el cuerpo sin vida de Naila Teresa: “El agente del Ministerio Público, Jorge Jara, jamás llegó a tomar conocimiento. Dejé a oficiales resguardando el cuerpo,” dijo. Sólo fue el médico legista.

Pineda Ruiz explicó: “Encontramos huellas de arrastre, no se presentaron varias pruebas. A la hora y media, cuando el cuerpo estaba en SEMEFO, la Fiscalía pidió apoyo para regresarlo al lugar de los hechos y volverlo a poner como estaba, ahora sí se presentó Jara”.

Semanas después La Cáscara quedó libre al no acreditársele suficientes pruebas.

‘A mi niña la volvieron a depositar’

Guadalupe Duarte, tía de Naila, fue la primera que reconoció el cadáver. La muchacha no había llegado a dormir. Una noche antes la abuela, Teresa Guel de Duarte, vio a La Cáscara que iba y venía: subía una pendiente, bajaba; encontraba la carretera: pedía aventón para alejarse del lugar. Eran aproximadamente las 11 de la noche: “Sabía lo que había hecho. Quería escapar, si se le hubiera caído como él dijo hubiera avisado y Naila no hubiera muerto. A lo mejor a esa hora estaba viva”.

Guadalupe también fue testigo de cómo se manchó la escena del crimen: “A mi niña la volvieron a depositar, ya la habían sacado del Ministerio Público”.

Yolanda Castro Moreno, madre de Naila, platicó que su hija no estudiaba. Iba a volver a cursar la preparatoria en 2011.

Fue durante el primer año de secundaria de El Cáscara cuando conoció a su hija, quien estudiaba en tercero y se hicieron novios, pero constantemente terminaban la relación: siempre regresaban, incluso una vez estuvieron a punto de huir a Nuevo León: “La regañaba porque la trataba a golpes. Se aferraba a andar con él. Siempre andaba drogado con thinner o resistol”, recuerda.

Incluso Yolanda escuchó que La Cáscara alardeaba sobre su libertad, que no podían hacerle nada: “Decía que si lo volvían a agarrar se iba a hacer pasar por loco. Apenas estábamos en el novenario de mi hija y él andaba libre”.

Recordó que apenas el mes de diciembre La Cáscara tomó confianza de pasar frente a su casa, pese a que vivían en la misma cuadra. Piensa que el segundo asesinato se pudo haber evitado, ella aconsejaba a su hija sobre el peligro de salir con un muchacho problema, a lo que ella contestaba: “No te preocupes, la Lupita me cuida”.

Cuando enterraron a Naila Teresa, Yolanda apretó los dientes entre sollozos: “Esta vez la Lupita no te cuidó”.

Sin piedad

“Ya estuvo, ya me ganaste”, pidió Gabino Ponce Ríos, La Avispa, la madrugada del 1 de enero cuando estaba vencido, sangrando en el piso. Según testigos Ángel Uriel no tuvo piedad.

Uno, dos, tres, cuatro… doce heridas en el pecho que perforaron pulmones y corazón.

José Juárez Dávila de 14 años, quien también recibió dos puñaladas en el costado derecho y una de ellas lastimó su pulmón, conoció a La Cáscara desde que estaban en secundaria; siempre fue violento.

Aquella madrugada viajaban en una vagoneta acompañados de familiares, venían de un baile. En el camino se atravesó un muchacho apodado El Gurros. El lugar donde los atacaron es una carretera estrecha, al lado hay un arroyo circundado por árboles. De ahí salieron, explicó José, alrededor de 20 jóvenes armados con piedras y palos:

“No di ni cinco pasos y me picaron, mi hermana me ayudó. Nada más vi cuando La Avispa estaba tirado. La Cáscara lo estaba picando”.

José Juárez trata de no caminar porque la herida aún duele. Fue durante su estancia en un hospital de Torreón cuando Elsa Valentina, su madre, le contó de la muerte de su amigo: “Fue por riñas, por pleito de barrios. Había muchachos de la Ciudadela, del Ojo de Agua y Agua de los Padres”.

Fueron 3 minutos los que Gabino Ponce, de 22 años, tuvo de vida después del ataque, según el certificado de defunción. Las cinco camionetas de la Policía Municipal que llegaron a apoyar lo encontraron muerto.

Un testigo de los hechos dijo que La Cáscara, junto con otros muchachos a quienes incluso identificó como El Gurros y El Tata planearon la emboscada para golpear a Gabino y José, incuso escuchó cuando El Tata fue interrogado por la Policía Municipal, confesó:

“Si andaba yo, pero no lo maté. Fue El Cáscara”.

Error de las autoridades

Édgar Omar Pineda Ruiz contó que la madrugada del 1 de enero, a eso de las 02:09 de la madrugada, hubo una riña campal en la calle Arcos de la colonia Hacienda del Rosario, cuando llegaron encontraron a Gabino Ponce sin vida y a José Juárez Dávila herido de gravedad.

En el lugar a los oficiales de la patrulla 5445 les dijeron que los había atacado La Cascara en compañía de más de 20 jóvenes. Édgar Omar Pineda sabía de los antecedentes de Ángel Uriel: agresivo, pandillero, robaba con violencia; montó un operativo para capturarlo:

“Ya era una persona conocida por nosotros, los lugares dónde se movía, con quién se juntaba”.

Así que puso a cinco agentes vestidos de civil a custodiar la casa de Ángel Uriel: avisó al turno de 16 policías para que estuvieran al tanto de lo que pasaba en la ciudad.

A las 7:00 de la noche se enteró que La Cáscara iba saliendo de una casa de la colonia Viñedos. Y quince minutos antes de las 8:00, una llamada anónima informó que viajaba en el camión de las 7:20 con destino a Saltillo.

Según la papeleta de incidencias con número de folio 49646 de ese día, Édgar Omar Pineda llamó al Centro de Control Comando y Cómputo (C-4) de Saltillo a las 8:10 de la noche pidiendo apoyo de la Policía Investigadora del Estado, realizando la última a las 9:13, donde la supervisora del C-4, de nombre Miriam, dijo que no tenía personal. En total fueron 17 llamadas pidiendo apoyo, nadie trabajó en el Sistema Estatal de Emergencias.

Frustrado, Édgar Omar Pineda habló por celular con el chofer del camión, le avisó que viajaba con un muchacho acusado de homicidio, así que manejó despacio esperando que Policías Investigadores llegaran a detenerlo.

Édgar Omar Pineda decidió tomar carretera, en el camino encontró al Ministerio Público Joel Vásquez Barrios, que viajaba en una patrulla de la Dirección de Seguridad Pública, porque había ido a Saltillo a realizar una diligencia. Al escuchar la situación, contestó:

“¿Para qué? No hay flagrancia. No lo voy a declarar”. Pineda Ruiz explicó que eran 72 horas las que tenían que pasar para que dejara de haber flagrancia, no tenía ni 6 horas del asesinato. Vásquez Barrios calló. La Cáscara huyó como un pasajero más de la línea de autobuses Parras–Saltillo: viajando aproximadamente tres horas, observando el paisaje desértico a través de los cristales, sentado en un sillón con el televisor encendido; bajando del camión y caminando por el andén en compañía de su madre María Antonia Abasta. “Joel Vásquez nos quitó el vuelo que llevábamos. Si lo hubiéramos agarrado ¿a quién se lo traemos si no lo quiere declarar?”, sentenció Édgar Omar Pineda Ruiz.

La Cáscara sigue prófugo.

Acerca de ferbonil

Yo nomás queria escribir en un periódico, o en lo que fuera. Ahora ando en la gueb.

Un Comentario

  1. la neta

    no zaven en realida zi fue el a dever zido el otro chavo apodado el gurrus

  2. Anónimo

    Ya ni chingan mi primo en Ksa y buscándolo en 1 autobús

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